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sábado, 30 de enero de 2010

“Adiós distinguida señora”, o de cómo el tiempo transcurre inexorable


“¡Adiós distinguida señora!”, murmuró el hombre desbordando esa sensualidad folclórica que los motorizados y trabajadores de la construcción en Venezuela –ellos, y solo ellos- transmiten con tanta naturalidad. De manera automática busqué con la vista a esta señora que se me antojaba mayor, elegante pero quizás anticuada, y hasta con un ligero sobrepeso. Pero sucedió que comprendí tal lisonja iba dirigida a mí, y en ese instante sentí que mi vida se dividía en un antes y un después: un antes, cuando me sentía miembro de ese segmento autodenominado adulto joven, y un después cuando de súbito la juventud, divino tesoro, se iba para no volver, como dijo Rubén Darío en su poema “Canción de otoño en primavera”.

Seguí mi camino con actitud de mujer desenvuelta, segura, altiva y con un toque de dramático histrionismo -debo admitir - aunque en mi mente bullían los pensamientos: “tensión cotidiana, preocupaciones domésticas, angustia política y económica, inseguridad, ¿y ahora, Distinguida Señora? ¡Mi existencia solo ha rodeado 35 veces al sol!”

Si bien el adjetivo ‘distinguida’, en su sentido exacto y propio, entraña la posesión de una característica descollante, resaltante o sobresaliente, en el coloquio de la calle y unido a la palabra señora me hizo sentir como una uva que al sol, inevitablemente se reseca. ¿En qué tiempo pasado había quedado dormida mi capacidad de obtener un vulgar “Mamita, ¿Todo eso es tuyo?”, un soez “Así me la recetó el doctor” o un dulce “Dios me la bendiga mi amor”? No se había hecho para mí tan palpable el hecho de que el tiempo transcurre inexorable como hasta ese momento.

Las mujeres venezolanas –sin importar cual sea nuestra procedencia: la más elegante urbanización caraqueña o el más humilde y recóndito pueblo del interior del país - debemos reconocer la trascendencia que tienen esos fogonazos de ingenio criollo y masculino en la percepción de nosotras mismas como ejemplares femeninos atractivos. Jamás lo admitimos, y hasta nos atrevemos a hablar de los piropos peatonales con tono de orgullo herido o de apocalipsis moral, comportándonos de acuerdo a aquel aforismo femenino de ¡Ante todo y todos: Dama!
Unos días después, ayudando a uno de mis retoños a hacer sus labores escolares, la vida se encargó de acariciar mi vanidad femenina un poco abatida. Con su voz todavía llena de ingenuidad infantil, mi hijo afirmó decidido: “Mamá, tú no te pareces a las demás mamás. Tu eres bonita”. En ese instante mi niño se convirtió para mí en un pequeño motorizado o trabajador de la construcción que vociferaba el más bello halago, y me hizo reflexionar: que el tiempo si transcurre indetenible, que llegará el día en que mi rostro manifieste la embestida de los años, y que definitivamente sí soy una distinguida señora que resalta por sus características personales, pero más importante aún, brilla por el hecho de ser amada y necesitada.

Por supuesto, ésta dama que les escribe siempre se regocijará escuchando los pícaros y subidos de tono piropos que son exclamados en las calles, sobre todo aquellos dirigidos a ella. Reirá contestando en su mente –nunca en voz alta-, que sí, ”todo eso es de ella,” o “Amen” al Dios te bendiga, sintiendo que su vanidad femenina se afirma; pero también se sentirá feliz de estar segura que en su vida hay cariños que la pensarán siempre hermosa, bonita y plena así el tiempo transcurra inexorable, y se note.

Ágata G.
Distinguida señora



sábado, 23 de enero de 2010

Sí hay fábulas en la ciudad de la furia


“Me verás volar
por la ciudad de la furia
donde nadie sabe de mi
y yo soy parte de todos.
Nada cambiará
con un aviso de curvas
ya no hay fábulas
en la ciudad de la furia”

Extracto de La ciudad de la furia
Letra de Gustavo Cerati para Soda Stereo
Album Doble Vida,
1988


La rutina comenzó esa mañana como todas las mañanas en esta ciudad. Luego de un rápido e incompleto desayuno salí al tráfico infernal que me condujo hasta mi lugar de trabajo entre cornetas, noticias radiales, improperios e intentos genuinos por impedir que la locura alienante caraqueña terminara por afectar mi ya dudosa cordura. No son pocas las veces en las que me da la impresión de que el tráfico es casi un proceso natural, un organismo vivo que nos lleva y nos trae bajo la ilusión de que somos nosotros quienes conducimos nuestros vehículos.

Cuando me senté tras mi escritorio, cargada de preocupaciones y tratando de hacer que mi mente se concentrara en las labores del día que iniciaba, una colega se acercó queriendo contarme un hecho que le había sucedido el día anterior. Yo sonreí educadamente en señal de atención –mis padres se esmeraron por inculcarme normas de cortesía intachables-, pero en la profundidad de mis pensamientos rogaba por la celeridad de su narración.

Minutos más tarde me descubrí cautivada por lo que escuchaba de mi colega. ¿Ha sentido el lector que existen instantes en la vida que son procurados con intención por esa presencia superior para calmarnos, alegrarnos, o sencillamente hacernos sentir nuevamente humanos? Como si la vida recurriera al uso de una especie de recurso literario para resaltar una idea, sentimiento o imagen que nos hará bien cuando, sin saberlo quizás, más lo necesitamos. Todo esto sentí mientras dedicaba mi atención al suceso que me narraban.

Ella había tenido la necesidad de ir, de mala gana, a uno de los más concurridos centros comerciales de nuestra ciudad para hacer ciertas diligencias que le fueran encargadas. No dejaba de pensar en el malestar y sensación de aburrimiento que le producía el estar allí en un lugar tan pleno de gente y ruido luego de haber tenido un día difícil en el trabajo. Rumiando su incomodidad cumplió con los encargos y decidió dirigirse a una de las tiendas de marca reconocida para disfrutar por lo menos de manera visual los productos que ofrecían, cuando vio a un hombre de mediana edad y de aspecto humilde acercarse a ella. Lo primero que acudió a su mente fue la idea de que el hombre le pediría dinero, pero luego fue golpeada por esa sensación de miedo que sentimos los citadinos cuando se nos acerca otra persona: miedo a que nos hagan daño o nos embauquen de maneras impensables.

El individuo se dirigió a mi colega diciéndole que no necesitaba dinero, que se había quedado sin trabajo muy recientemente y necesitaba con urgencia ayuda para comprar leche y alimento infantil a su pequeña hija. Las condiciones que nos impone la vida moderna nos hacen ser desconfiados para protegernos, y tal vez por eso ella contestó un tajante “No ahora” y apuró su paso para alejarse.

Encontrándose dentro de la tienda fue invadida por un sentimiento aplastante de inhumanidad, de opresión en el pecho, de haberse convertido en una de esas personas para quienes el prójimo es una carga, y salió a buscar al hombre. Por largo rato recorrió los pasillos del centro comercial con un desespero inexplicable y entristecida. Por fin lo halló y le ofreció su ayuda. El hombre rompió a llorar, según palabras de ella, con “esas lágrimas gruesas y profusas que no pueden ser mentira”, compraron juntos lo que tan urgentemente necesitaba la niña, y él emocionado la bendijo y le agradeció.

Culminado el relato de lo que había sucedido a mi compañera de labores, volvió cada una a sus responsabilidades. Sin embargo yo no podía apartar de mi mente el hecho ocurrido. Me sentí cubierta por una sensación de esperanza, de optimismo, de paz, de estar segura que somos gente a pesar de lo que nos rodea, que la cordialidad y la preocupación por el otro vencen al incordio de nuestra realidad.

El día, lleno de preocupaciones y asuntos por resolver, continuó con normalidad. Cuando el reloj marcó la hora justa, me dispuse a enfrentar nuevamente a Caracas en plena cogestión para regresar a mi hogar. En el camino, la estación de radio de la que soy asidua escucha transmitió la pieza La ciudad de la Furia, del grupo argentino Soda Stereo. Mientras cantaba en voz alta y no tan melódica junto a Gustavo Cerati, y ese organismo vivo llamado tráfico nuevamente me hacía creer que yo manejaba a mi antojo el vehículo, recordé la historia del centro comercial. Una historia sencilla y en singular, pero que me habla de la verdadera naturaleza humana.

Después de todo, y al contrario de lo que afirma Cerati en su canción, parece que si hay fábulas en la ciudad de la furia.

Ágata G.

miércoles, 20 de enero de 2010

Por tercera vez

Mi gusto por el béisbol causa entre la gente reacciones de asombro y de incredulidad. La opinión generalizada es que una mujer interesada en la buena lectura y las artes, con formación musical clásica y declarada sifrina no se ajusta con la imagen del fanático de la pelota. Me han formulado en incontables ocasiones la pregunta -¿Y, a ti te gusta el béisbol?, a la espera de una respuesta negativa porque una contraria los transportaría automáticamente a una dimensión desconocida. Y no solo me gusta, me gusta mucho, sino que además soy de la opinión de que este deporte brinda a nuestra sociedad ese espacio lúdico que tanto necesita para aislarse por un rato de la fatiga, tensión y agotamiento que supone la vida cotidiana en nuestra convulsionada Venezuela.

Esa pasión personal por el béisbol se hizo notar el fin de semana pasado en mis expresiones de emoción durante las veladas decisivas del Round Robin, sobre todo aquella del día Domingo en la que mis Leones del Caracas jugaron, en palabras de Ibsen Martínez, contra alguna “novena más bien prescindible - decida el lector magallanero cual de todas es la más prescindible-“, y lograron el triunfo que les permitió clasificar a la final de la temporada.

Felinos contra bucaneros se enfrentan en la final. Una delicia para quienes disfrutamos este deporte, una delicia para quienes disfrutamos las alegres y eternas querellas entre los entusiastas del equipo capitalino y del equipo valenciano. Hinchas de sus respectivas novenas que no pueden existir por separado: no hay caraquista sin magallanero, no hay magallanero sin caraquista.

La fiesta comienza mañana, jueves 21 de enero, en el estadio José Bernardo Pérez de Valencia. ¿Onceavo campeonato para Navegantes o decimoséptimo para Leones?.Hiere mi esencia admitir que las estadísticas favorecen al equipo de la capital carabobeña . Siete fechas programadas, para vencer en cuatro de ellas. Luego de trece años transcurridos desde la última final entre los eternos rivales, este año por tercera vez se enfrentan en duelo, y está dentro de los planes de la pequeña pelotera y gran fanática que llevo dentro, saborearlo y disfrutarlo.


Ágata G.
Caraquista confesa

domingo, 17 de enero de 2010

Un corto paréntesis



Abro paréntesis: Hay quienes tienen que aprender que el mundo gira alrededor del sol y no de sus existencias. Que tienen que aprender que no son los únicos sobre la faz del planeta que tienen algún talento que ofrecer. Que no son los únicos seres pensantes en esta tierra. Egocentrismo, se llama eso.

Aquellos que me conocen, saben de mi afición por las letras, admiración por grandes escritores e historias, y disposición a escribir con inteligencia. Aquellos que me conocen saben la clase de mujer de mundo que soy. Eso me basta.

No voy a dejar de escribir. Y ciertamente no voy a eliminar absolutamente nada de lo que ya he escrito. Nadie le pone límites a mis sueños, ni a mi talento. Aquí estaré para aquellos que me quieran leer. Cierro paréntesis.


Ágata G.

jueves, 14 de enero de 2010

Surrealismo Político ®


Tres son los motivos por los que, hasta este instante, no me había atrevido a escribir sobre asuntos políticos. El primero, y para mí el que tiene mayor valor, es que me considero poco conocedora de esta materia como para emitir opiniones públicas. El segundo es que, como Mafalda a la sopa, profeso poco agrado - o ninguno- por esas lides; y de esto último se desprende el tercer motivo: siento que la política acorta la inspiración lírica de mi pluma, interrumpe mi arte.

Pero en días recientes, el entorno político-económico de mi muy querido pedacito de planeta, llamado Venezuela – y, honestamente, una fuerte crítica que recibí de alguien que me lee- , me han dado la fuerza para olvidar los motivos por los que antes no escribí de él. Aristóteles escribió en su libro La Política, que “…el hombre es por naturaleza un animal político o social…”. Yo no escapo de esa realidad. Yo no vivo apartada de lo que sucede en el país que corre por mis venas.

Estas primeras semanas del año 2010 han estado plenas de algo que yo llamaría “Surrealismo Político”, porque hemos sido testigos de decisiones del gobierno, con sus respectivas acciones y reacciones, que parecieran no haber pasado por ese corrector racional que poseemos todos; ese que actúa como filtro de nuestra conducta y que esperaríamos –inocente yo- que en nuestros dirigentes políticos estuviera más desarrollado. “Surrealismo Político” porque no existe razonamiento lógico. Surrealismo Político ®, sin comillas y marca registrada por la cúpula del mandato nacional venezolano.

Esto no tiene que ver con haber estado de acuerdo o no con medidas como la imposición de nuevos horarios para los centros comerciales por las restricciones energéticas, o con los horarios –absurdos por demás- establecidos esta semana para el corte de la electricidad por períodos de cuatro horas en las famosas seis zonas de la capital . No me mal interprete el lector: estoy consciente de la necesidad de tomar medidas en relación al ahorro energético para evitar el colapso. Se relaciona más bien con la sensación de que se aplica la técnica del ensayo y error, cosa que me deja un “after taste” a que se burlan de mi en mis narices. Se llevan a cabo acciones, casi impulsivamente, y 24 horas después se reconoce que no son viables o tienen fallas o hasta se pide la renuncia de algún ministro. Señores políticos surrealistas: ¡ me agravan la gastritis !. La imagen es de improvisación absoluta.

Si a esto le añadimos, la incontinente verborrea de nuestro primer mandatario – Mi Lord Voldermort personal, porque no pienso ni nombrar- y la presión e incertidumbre que los venezolanos comunes sentimos ante el tema de la devaluación de la moneda y la inseguridad, la ya grave gastritis de algunos se nos convierte rápidamente en úlcera.

Por eso ruego que dejen el surrealismo a las artes, aquellas en las que la racionalidad, lógica o consistencia no son vitales.


Ágata G.
Ulcerada

viernes, 8 de enero de 2010

Un concepto al estilo Ágata


Muy dentro de mi sabia que haber titulado el blog como lo hice suscitaría entre mis amigos la imperativa necesidad de saber por qué aquello de autoproclamarme Mujer de Mundo. Tan segura estaba, que en la entrega anterior escribí con sorna “Más adelante me dedicaré a explicar por qué una mujer de mundo, sé que aquellos que me conocen deben estar pensando: “¿Una mujer de mundo? Pero, ¡¿de cuál mundo?!". Alguno pregunto con simple curiosidad, algún otro inquirió con cierta ironía burlona - que tanto me gusta y me desafía.


Puedo describir con detalle a esta Mujer de Mundo que habita en las fantasías del imaginario colectivo: Esbelta sílfide de atractivo magnético que ha recorrido todos o muchos kilómetros del globo terráqueo experimentando culturas y aventuras inenarrables, casi una femme fatale que utiliza el poder de su sexualidad para atrapar al desventurado héroe y que constantemente cruza la línea entre la bondad y la maldad - característica que la hace aun más atractiva y la coloca en el grado de Diosa. Nada más alejado de la realidad de ésta Mujer de Mundo que les escribe, no solo porque sus 1,50 mts de humanidad son la antítesis de la esbeltez –sin mencionar la eterna lucha por llegar a ser sílfide- o no haya recorrido kilómetros ni experimentado aventuras al mejor estilo de Mata Hari. Esta alejado de mi realidad porque mi idea y visión de una Mujer de mundo es diametralmente diferente.


Es aquella mujer curiosa , que permite que su imaginación viaje hasta los más recónditos lugares del planeta o fuera de él; una mujer que sabe leer entre líneas, que ve – en lenguaje coloquial- “mas allá de sus narices”, que no ve al mundo plano sino en tercera, cuarta y quinta dimensión y se atreve a inventar nuevas dimensiones, que hace de su propia vida una gran aventura, que es capaz de crear sus propias opiniones pero sabe que éstas deben ser permeables para aceptar aquellas otras que son diferentes pero pueden nutrir las suyas, que es capaz de adaptarse sin dejar de ser genuina, que se ríe de sí misma y acepta que sus imperfecciones hacen de ella una mujer real, que disfruta de su sexualidad , que está orgullosa de su sensual femineidad….y así, con estas armas, absorbe el mundo que la rodea.


He ahí mi visión, he ahí mi concepto.

Ágata G.
Si, una mujer de mundo.


La vida es una gran aventura o nada”
Hellen Keller

miércoles, 6 de enero de 2010

Y por fin ésta mujer de mundo, se atreve!

La idea de conseguir un espacio para mis escritos en la red, ronda mi mente desde mediados del año que acaba de culminar. Una mezcla de temores absurdos, esperas sin sentido, inseguridades infantiles hicieron que se dilatara la puesta en marcha de mi proyecto. Pero cumpliendo anoche las horas de mi segundo trabajo, así como llama una especial amiga a mis horas de navegación en Facebook, leí esta frase:

“I’m not a Princess,
I don’t need help.
I’m a freaking Queen,
I got this shit handled”

Y pensé: “Yeahhh! I really got this shit handled, then: Why not?” Así que aquí estoy. Decidida, emocionada y confesándoles que el SPM – Síndrome Pre-Menstrual- puede estar algo relacionado con esta energía que me moviliza hoy a obviar mis miedos y lanzarme a la vivencia de escribir desde mis entrañas para todo aquel que me quiera leer. Asumámoslo mis queridas congéneres: ¿Qué mujer no ha tomado grandes decisiones impulsada por el SPM?

La expresión a través de la palabra escrita siempre me fascinó, aunque no estoy relacionada con la Comunicación Social o las Letras como carrera. Pido mis excusas a aquellos que dedicaron 5 años de su vida al estudio del lenguaje y la comunicación, y que por lo tanto dominan las técnicas adecuadas para expresarse. Yo no las domino. Soy solo, en palabras condensadas, esa mujer que describo debajo del nombre de este espacio, que esconde unas cuantas fantasías excéntricas- como la de de llegar a ser en un futuro no muy lejano una Imposible para Leonardo Padrón y leer con indescriptible emoción en mi hoja de vida escrita por el propio Leonardo en alguna publicación de sus “conversaciones al borde de un micrófono” algo como: “…es un inefable talento, un huracán, una esencia que no te abandona…” - Ya ven: una mujer, un mundo. Más adelante me dedicaré a explicar por qué una mujer de mundo, sé que aquellos que me conocen deben estar pensando: “¿Una mujer de mundo? Pero, ¡¿de cuál mundo?! “

Declaro entonces inaugurado oficialmente este espacio. Un blog de todo y de nada, de la vida- que según el escritor Calderón de La Barca es frenesí, ilusión, sombra y ficción (*)-, de las experiencias vistas a través de mi humilde lupa: femenina, alterada, volcánica, sensible –en ocasiones hipersensible- y de razonamiento siempre dialéctico. Espero en el camino, nutrirme de sus opiniones e ideas. Espero en el camino divertirme y divertirlos. Espero, en el camino…

Ágata G.


(*) “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida?
Una ilusión,
una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.” Monólogo de Segismundo en la obra “La Vida es sueño”, Pedro Calderón de la Barca