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viernes, 12 de febrero de 2010

Look & Feel

Cierta vez me comentaron, en tono de juicio, que dedicaba mucho tiempo a mi apariencia. No pude esconder mi desagrado por tal crítica. Leí además en una revista de aquellas que pretenden ilustrarnos cómo retener a nuestros hombres, o cómo ser heroínas de hazañas sexuales inigualables en sencillos diez pasos, que era preferible no demostrar demasiado el interés que como féminas sentimos por mantenernos constantemente a la moda – siempre con el toque individual-coquetas y prolijas, aduciendo que corremos el riesgo de transmitir una imagen de superficialidad. Difiero de esta aseveración que, diría yo, es casi una tajante creencia generalizada.

Disfruto cuidar mi estilo. Es parte de mi personalidad. Y me he dado cuenta que en momentos trascendentales en mi vida -esos que exigen fortaleza del alma, perseverancia, adaptación al cambio- tiendo a transformar mi imagen, innovando en detalles como el cabello, los colores que utilizo al vestir, y hasta los perfumes con los que me identifico . Se me ocurre pensar que en esos momentos mi autoestima actúa como una especie de Gerente de Mercadeo interno modificando la imagen de su producto, más influenciado por las demandas de mis sentimientos y experiencias que por las imposiciones de la moda o de lo que posiblemente opinará la gente. Manejo del Look & Feel, le llaman los profesionales del mercadeo. Conversé sobre este tema– entre copas de un exquisito vino tinto chileno -con mis más queridas amigas en un reciente encuentro, y definitivamente el tema conforma uno de esos lugares comunes tan llenos de estrógeno, progesterona y demás complicaciones femeninas.

No soy una esclava de las apariencias, y con ahínco afirmo que comprar un par de zapatos a la moda o un pantalón que realce la forma de los fabulosos y sinuosos traseros que nos adornan no es el fundamento para desarrollar nuestra autoestima y tampoco la solución de nuestros problemas sentimentales. Sin embargo: zapatos, carteras, vestidos, peluquería, manicura y pedicura , entre otras cosas, influyen de manera positiva. Todas hemos experimentado y saciado, en la medida en que nuestras posibilidades nos lo han permitido, esa súbita necesidad de ser peinadas por la profesionalidad de un peluquero, o de comprar un deslumbrante y sexy conjunto de lencería, en momentos existencialmente complicados como divorcios, discusiones, dilemas laborales, y cualquier otro escenario que demande fuerza de espíritu. Y es que, es en esas ocasiones cuando una voz dentro de mí me susurra que, si bien es cierto que el trance que vivo es duro, soy un ser valioso, hermoso, que puede conquistar el mundo y así debo demostrarlo. Si en el espejo se refleja una mujer desaliñada, sin luz, acabada, me siento vencida. Si por el contrario en el espejo se refleja una mujer luminosa, moderna, coqueta, aunque sufra, podrá conseguir en su interior las herramientas para salir airosa de su situación. Ese es mi Gerente de Mercadeo interno, en plena acción, gerenciando mi look & feel.

Así que, la próxima vez que por algún dolor del alma te dirijas rauda y veloz a comprar esa blusa cuyo escote haría desaparecer de la memoria masculina a cualquier modelo erótica, o a cambiar el color y aspecto de tu cabello , no te sientas banal. Lucir impecable, totalmente deslumbrantes y a la moda no es una condición opuesta a la profundidad de nuestros sentimientos, intereses e inteligencia. Es magia para nuestra autoestima.


Ágata G.

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