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domingo, 21 de febrero de 2010

Ávila, regalo de la naturaleza

Vìctor Hugo


Aprovechando el inclemente sol de octavita de carnaval al borde de una piscina, y escuchando una cadenciosa pieza interpretada por Diana Krall, disfrutaba de una maravillosa visión de la ciudad, de mi ciudad. Indomable Caracas que se extendía ante mi vista,hermosa y pacífica desde esa perspectiva, con sus apiñados edificios, zonas verdes, autopistas plenas de vehìculos. Y el Ávila.
Al ritmo de “East of the sun, west of the moon” versionada por Krall, mi mente cavilaba sobre la majestuosidad y omnipresencia de esta cumbre, testigo silente de nuestras existencias y de la historia de la ciudad. Emblema de Caracas que queda grabado a fuego en la memoria de sus habitantes, y de quienes la visitan. Los caraqueños disfrutamos de este gigante de la manera que mejor nos place: algunos lo escalan y recorren sus sinuosos caminos para ejercitarse y respirar un poco de aire puro rodeados de tranquilidad muy cerca del dinamismo citadino; otros lo fotografían o lo plasman en sus cuadros, no pocos le dedican versos en hermosos poemas – como “Vuelta a la Patria” ,sentido poema de Juan Pablo Pérez Bonalde en el que magistralmente narra su regreso a Venezuela y escribe “Caracas allí está, vedla tendida a las faldas del Ávila empinado, odalisca rendida a los pies del sultán enamorado" -; y otros más, como yo, simplemente lo contemplamos, lo sentimos con nuestra vista.

Me sorprendí pensando que esta imponente serranía late al compás de su odalisca, Caracas. Cambia de color a medida que el día transcurre, y nos deleita mostrando las sombras que sus accidentadas laderas proyectan bajo la luz del sol. Así, durante los amaneceres capitalinos nos regala éste sultán, una paleta de profundos azules; al mediodía cuando el sol alcanza el cenit, los verdes de su frondosa vegetación brillan ante nuestros ojos y las tonalidades rojas o violetas acompañan la caída del astro rey al occidente cuando muere el día. Sin embargo este espectáculo no termina allí, porque en esas claras noches estrelladas del mes de Enero, la silueta de nuestro querido cerro se insinúa con un resplandor único de color plata azulado. Un festín para la vista.

La sobrecogedora visión de este gigante desde el sopor del tráfico, calma la animosidad de aquel que hace un poco más que mirar, y admira. He sido testigo de las lágrimas en los ojos de gente muy querida que regresa a su Caracas natal luego de años de ausencia –al estilo de Pérez Bonalde- y son impactados sentimentalmente por la vista de El Avila en el momento en que llegan a la ciudad: es el Ávila de su niñez, de su adolescencia, de sus vidas. Ese titán que siempre ha estado ahí, común denominador para todos los habitantes de la capital. A mi memoria viene especialmente el recuerdo de mi padre quien, sentado en una cómoda butaca durante sus sesiones de quimioterapia, miraba El Avila a través de los luminosos ventanales del lugar especialmente acondicionado para ello, absorto en sus pensamientos, recuerdos y hasta miedos.

Continué bronceando mi piel, escuchando buena música, mirando ahora a las personas que me rodeaban, preguntándome cuantas de ellas sabrían que los 2.750 metros este cerro -en su punto más alto- deben su nombre a Gabriel del Ávila, alférez mayor de campo español quien en 1575 establecía allí su hacienda; o que fuera declarado Parque Nacional en el año 1958. ¿A cuántas de ellas les dolería un incendio en las faldas de la montaña? ¿Cuántas de ellas considerarían al fiel gigante una extensión de su hogar?

Parque Nacional, sultán y pulmón de la ciudad, emblema entrañable de nuestra metrópolis, todo eso es. Pero también es un obsequio que la naturaleza nos otorgó que debemos agradecer, cuidar, disfrutar y admirar cada vez que en las mañanas salimos al ruedo en Caracas, cada vez que tenemos oportunidad.

Ágata G.
Enamorada de El Ávila
A un niño de 5to grado...

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Agata!! Me cuento entre los asiduos del titan,pero mas por trabajo que por placer,lamentablemente.Recorro sus caminos en 4x4 en busqueda de las bermejas torres colocadas estrategicamente en el gigante... Me encanto tu escrito de forma particular,porque soy uno que al ser interrogado "¿no has pensado dejar el pais?",mi respuesta siempre empieza(quizas infantil o irracionalmente): "extrañaria mucho levantarme en las mañanas y no ver el Avila"...jejejeje...

Tu lector asiduo!